Estudios realizados hace poco han demostrado que el balance de carbono, de los campos de golf, ha demostrado que no son buenos sumideros de carbono. Por ejemplo, en el trabajo de Bartlett y James, que se publicó en el año 2011, se demuestra cómo a pesar del gran número de factores que van a afectar al funcionamiento fotosintético de los campos de golf, estos campos son emisores netos de CO2 y no sumideros, como dicen sus defensores. Esto se ha demostrado para una gran cantidad de condiciones y cuando se tienen en cuenta cada uno de los procesos, que se verán implicados dentro del mantenimiento de la cubierta verde del césped. El principal problema que tienen los campos de golf es la gran cantidad de agua que demanda, algo que no es un problema en lugares como Escocia, donde se originó este deporte; pero, en la actualidad, este deporte se practica en numerosos lugares, que pueden ir desde lugares con clima templado o caluroso, que se caracterizan por tener muchas horas de sol. En estos ambientes, el agua es un recurso bastante escaso, a causa de sus condiciones naturales y por el cambio climático, que ha acentuado estas diferencias. En ambientes áridos, como son numerosas zonas del Mediterráneo, por ejemplo, el problema del agua no es ninguna tontería, ya que el agua que se emplea para los campos, proviene de la partida para el riego de los campos agrícolas o, incluso, en algunos casos, para el abastecimiento de colegios o de hospitales.
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