Las
nuevas tecnologías, si se llegan a aplicar a las ciudades, pueden
provocar una mejora en la calidad de vida de los ciudadanos y el
medio ambiente. Claves como un transporte público, que sea realmente
eficaz, que pueda informar, en todo momento, una calidad del aire
urbano que sea óptima, un menor gasto de energía o un alumbrado
público, servicios municipales sin tener que aguantar largas colas
de espera... Estas son algunas de las ventajas de las ciudades
inteligentes, gracias a los últimos avances, que se han vivido en la
tecnología. Los defensores de este tipo de ciudades afirman que la
calidad de vida de los ciudadanos y del medio ambiente podría
mejorar, aunque otros expertos recuerdan que esta no es la solución,
ante los problemas que tienen las ciudades, hoy en día. Hay que
recordar que más de la mitad de la humanidad, hoy en día, unos 7000
millones de personas, vive en una ciudad, y esta proporción va a
seguir creciendo, en los próximos años. La calidad de vida de los
ciudadanos y, por tanto, del medio ambiente del planeta, va a
depender, cada vez más, del estado de las susodichas ciudades. La
idea de lo que es una ciudad inteligente (que se conocen en inglés
como “smart cities”) buscan aprovechar los últimos avances en el
mundo de la tecnología, para poder crear ciudades, que sean más
habitables, que logren más eficiencia en el uso de los recursos y
que sean más sostenibles.
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